La Despedida
recuerdo de aquel niño con sonrisa atómica, viajaba a mundos felices a los que
solo se llega a columpio solo de pensarlo, compartir eso hubiera sido perderlo.
Quería contarle, estaba tan cansada que casi lo hizo sin querer, pero aguantó y lo
besó nomas, "vamos a domir", le dijo, "mañana vas a perder el avión si no duermes"
Lorena y Alejandro se conocieron en un parque en 1981. Ella tenía 9 años y él 6, la primera vez que se vieron. Se detuvieron un rato a observarse, la mamá de
Alejandro los percibió juntos desde la distancia y decidió no acercarse, Lorena le
pareció inofensiva, pese al largo tiempo que pasaron los niños inmóviles,
mirándose. Alejandro extendió su mano y le ofreció un avión a Lorena, diminuto, de plástico, de esos de piñata. El avioncito era de un rojo casi rosado y él le había
pintado ventanitas y gente hecha puntitos adentro con marcador. No hablaron, no con palabras, Lorena tomó el avioncito, lo inspeccionó visiblemente encantada, y Alejandro se fue corriendo al tobogán, se detuvo por un segundo en el camino y
volteó a mirarla con una sonrisa intensa en los ojos. Lorena lo siguió y en esa
primera tarde pasaron 3 horas juntos, la mamá de Alejandro no se lo quiso llevar a casa pues lo vio muy feliz. Se vieron casi todas las tardes durante los tres meses
que duró la estadía de los padres de Lorena en Lima.
Eran las 2 de la mañana y había estado hablando y queriéndose en la cama desde
las 11, Alejandro aceptó la propuesta de dormir pero antes de voltearse miró a
Lorena a los ojos y ella tuvo miedo de perder el aire de tanto sentir y mucha
vergüenza de sus ojos llorosos. Sonreía, pero él la supo al borde del llanto. Ella lo
besó de a poquitos, con mucho cuidado. Acarició su pelo, grueso, negro y tan pero tan suave, "¿como se puede ser tan bello?" pensó Lorena en su dolor contenido,
siempre sonriendo.
Para no llorar se pudo a recordar a aquel niño mágico, sintió de nuevo vergüenza,
de sentir tanto, de sentir sola, y para no ser tan obvia, cerró los ojos y lo abrazó
fuerte y suavemente a la vez. Recostó su mejilla sobre el pecho de Alejandro y trató de vaciar su mente y solo sentir la respiración de aquel cuerpo que ya no volvería
ver. Él solo había venido a despedirse. Bajó el ritmo del corazón, mientras escuchaba el latido de él y poco a poco se fueron quedando dormidos.
Lorena condujo el auto hasta el aeropuerto, llegaron tarde, así que Alejandro se bajó del auto y corrió hasta la puerta y no tuvo tiempo de voltear a verla una última
vez.